RHYE ENAMORÓ A GUADALAJARA

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Envueltos en un manto de luces tenues bajo una atmósfera cálida e íntima, es como nos recibió esta noche el Teatro Estudio Cavaret, que abrió sus puertas para dar lugar al concierto del dúo canadiense-danés, Rhye.

El foro, que esa noche se tornó en un recinto íntimo, casi sagrado, estaba ambientado tal cual como para alojar un sofisticado recital. Mesas fueron colocadas y adornadas con velas, como si su único propósito fuera el de propiciar romance a una pareja de enamorados. La gente tomó sus asientos, y para los impuntuales (como nosotros), la seguridad del lugar fue muy atenta y se aseguró de proveernos con sillas extra (SPOILER ALERT: Lo cual no duró por mucho).

Fuimos primero deleitados con la presentación de Lo-Fang, acto que nos recordó que incluso en la elección del músico para la apertura de su show, este dúo sería muy escrupuloso, ya que al igual que ambos integrantes, Matt Hemerlein es un multi-instrumentalista virtuoso con una voz bellísima, y que además se encargó de darnos un sexy time con sus pasos de baile. Una vez terminada su presentación se despidió entusiastamente, y nos dejó a solas en la penumbra.

Tuvo que pasar otra media hora en lo que cada detalle estuvo listo: Velas, instrumentos, y hasta candelabros de piso fueron estratégicamente colocados para armonizar el escenario. La primera luz se encendió, roja y trágica, acompañada de la hermosa música de entrada de Rhye, disipando la oscuridad.

El grupo no solo nos sorprendió con 6 canciones nuevas más el álbum Woman casi en su totalidad, sino que cada pieza ejecutada fue una experiencia inolvidable. Sonidos impecables, y a la vez caóticos, la improvisación no faltó en ninguna de sus canciones, y casi se podría comparar con adquirir una pieza artística hecha a mano: fugaz, efímera, irremplazable. A veces catártica y otras tan frágil, la voz de Milosh por si misma ya era un deleite, y sumada a la increíble orquestación que lo acompañaba fue todo un espectáculo.

La audiencia, hasta ese momento recatada y prudente, no pudo aguantar más y saltó de sus asientos al escuchar Last Dance, la cual, protagonizada por un eufórico trombón, provocó que la gente corriera al escenario y bailara al compás de su delicioso ritmo.

Desde ese momento, la interacción del público con la banda se tornó aún más íntima, y a petición de gritos insistentes la banda accedió a tocar Open. Después de hipnotizarnos con ese golpe de notas y versos sensuales, la presentación llegaba a su fin. La respuesta del público era tan buena que se nos propuso una dinámica para la última canción: permanecer en silencio absoluto y al final hacerle coro con un “It’s over”, y a pesar del grito de un asshole (dicho por el mismo Milosh), la canción fue llegando a su fin y los coros a capella de la gente se unieron para concluir este majestuoso acto.

Habiendo acabado el concierto era evidente en las sonrisas de los espectadores la grata satisfacción que Rhye había causado, definitivamente rebasando toda expectativa mesurable. Algunos cuantos todavía se quedaron ahí esperando el encore, pero lo mas que sucedió fue que la banda salió al escenario a aventar algunos set-lists y baquetas. Al salir del foro, y adentrarnos en el frío de la ciudad, el eco de la fina voz de Milosh todavía me daba vueltas en el oído.

 Reseña por: Alicia Reyes
Fotografía: Zule Amezcua

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